Los sueños de la serpiente




La poesía es una serpiente antigua, nos descubrió cuando estábamos desnudos, ignorantes del poder que tenían nuestras palabras, hablábamos solo para decir lo que queríamos o lo que sucedía: este es un árbol, este es mi brazo, quiero besarte, hace frío hoy, siento dolor.
Ella nos ofreció la manzana y a cambio de ese tesoro nos mordió. La serpiente reptó por nuestros sueños, explorando el laberinto de nuestros deseos, nos hizo descubrir que queríamos al mismo tiempo la luz y la oscuridad, el ángel y la destrucción. La serpiente nos enseñó que lo que más daño nos hace es lo que más placer nos da.
Se metió en una caverna de nuestros sueños y nunca más salió, no la volvimos a ver. Sólo, a veces, cuando alguien nos acaricia la espalda, nos dice: “sentí que algo se movía ahí, en tu interior”.
Tengo en mis venas el veneno de la serpiente, lo atesoro como la lengua de una ostra guarda su perla. Hay quienes quieren robármelo, usan artefactos avanzados que rastrean el veneno en mis sueños, y tratan de robarlo de lo profundo de mí como si fueran empresas petroleras. Pero nunca pueden, porque aprendí a defenderme y muero en cada sueño en que descubro que me están cavando. Acuérdense: si mueren no pueden tenerlos.
Amo el veneno de mi sangre, muchas veces está ausente y no tengo noticias de él, no puedo escribir, no tengo ninguna inspiración, ni ganas de leer tengo. Pero de vez en cuando se despierta, noto su reptar en mis brazos, se hinchan las venas, se endurecen los músculos, mi cabeza se trastoca, no puedo dormir y se me ocurren planes demenciales que diagramo con lujo de detalles. Puedo escribir o amar durante horas, como un caballo desbocado, destrozo el teclado o cuerpo que ante mí se interponga… escribiendo o amando sin parar, escribiendo o amando sin parar, escribiendo o amando sin parar. ¡Que nunca se les olvide lo que nos enseñó la serpiente, ella dijo que tenemos que vivir hasta reventar!, ¡vivir hasta reventar!



Rodrigo Conde


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