El arte de la tortura



Millones de mujeres hermosas habitan la faz de la tierra, la mayoría de las cuales jamás conoceremos. A lo largo de nuestra vida veremos cientos de miles de criaturas hermosas paseando su inaccesibilidad ante nuestros ojos impotentes. Hay una forma de pesar o frustración en esto: nos tortura ver todo un mundo que jamás podremos tener. Pero lo más triste no es desear lo que nunca tendremos, sino lo que ha sido nuestro y jamás volverá.
Lo difícil no es lograr lo que deseamos con fervor, lo realmente arduo es aceptar que apenas lo tengamos será el momento en que desaparecerá…
He intentado seducir mujeres preciosas, que me enredaron con todas las artimañas de sus encantos, tejiendo sobre mí una telaraña muy fina que no pude ver. Cuando creí que las tenía, me rociaron con el almíbar de su veneno y me dejaron, inmóvil, en un capullo blanco del que no pude salir. Arde el veneno del deseo, arde como el beso de la ortiga. Sin embargo, yo que creía que había experimentado todos los artes de la tortura, descubrí que aún hay un tormento mejor: Pocas cosas duelen más a un hombre que saber que la mujer que ama jamás volverá.  
Es triste saber que una fría imagen es el único testimonio que nos queda de esos labios que antes nos besaban. Es un extraño dolor pasar días y días sin saber absolutamente nada de esas manos que antes no pasábamos más de unas horas sin tocar. Hiere más que un látigo darse cuenta que ese cuerpo, del cual conocíamos cada centímetro, está ahora bajo las manos de otro, y que es otro el que lo recorre centímetro a centímetro, besando los lugares que nosotros besábamos, realizándole alguno de los actos que nosotros realizábamos.
Si existiera el diablo, sería la mujer más hermosa del mundo enamorándose de nosotros y jurándonos amor, para luego desaparecer y nunca volver. Estar vivos una eternidad sería nuestro infierno.

–En las interminables noches de placer, bajo las inenarrables obscenidades del amor, yo solía pensar que “algo muy bueno habría hecho en otra vida” para gozar tanto en esta. Creo que es justo afirmar que seguramente “habré hecho algo muy malo en otra vida” para que ahora me toque sufrir tanto. 

Nos pueden insultar, mentir, golpear, traicionar o humillar, los hombres lo aguantamos todo, lo que sea, nos levantamos y seguimos adelante, con más fuerza que antes, impulsados por el orgullo herido. Pero cuando un hombre ama, ama de verdad, se vuelve como una niña frágil, una niña temerosa de convertirse en mujer. El hombre queda totalmente vulnerable, deja su coraza de lado, baja sus espadas y avanza, sabiendo que hasta una aguja puede matarlo. Hay valor en ese acto y, obviamente, un tanto de locura. 
Quítale toda su fortuna, quítale toda su gloria, pero no le quites el amor a un hombre que ama. Se derrumbará como un enorme castillo de naipes. Se derrumbará como una torre de cristal a la que ha sorprendido un terremoto en la madrugada, al otro día sólo encontrarás escombros, pero nada que reconstruir.
Nadie muere de amor, es verdad, pero justamente ahí reside el gran arte de la tortura: en mantenernos vivos. La sangre parará, los músculos se fortalecerán, la frente volverá a levantarse, pero nuestras heridas quedarán siempre abiertas, azotadas por la memoria que con cada chasquido del cuero nos dirá: “nunca te olvides, varón, no puedes escapar de ese amor que se perdió”.

–Me cuesta dormir, la noche me abraza con sus manos de mujer y me hace recordar los momentos de placer, como exquisitos dulces que se deshacen en la boca. Es malo refugiarse en los recuerdos, eso quiere decir que el presente no es placentero. No quiero dormir, sueño todas las noches contigo y soñarte tanto se me hace una pesadilla. Me levanto exaltado y te busco en la cama, pero sólo encuentro la ausencia de ti y, lo que es peor, a mí solo.
Estás todas las noches en mis sueños, todas. Tengo varios sueños contigo durante las pocas horas que duermo por día y sé que si durmiera más, más te soñaría. Seguramente es válido sostener que una parte de mi vida la sigo viviendo contigo, pero ¿podría afirmar también que una parte de ti sigue conmigo? Quizá haya algo del soñado en el soñante por el cual no puede librarse del sueño, no lo sé. Pero la literatura me permitirá imaginar que algo de ti se agita en la cama cuando yo te sueño.
Así como he rogado a todos los dioses que tú sientas un poco del amor que yo tengo por ti, así les ruego ahora que sientas una mínima parte del dolor que yo siento desde que no estás junto a mí. 



Rodrigo Conde

Comentarios

Entradas populares