Cementerios

Nada hay de muerte
en los cementerios
Todo vive en esos parajes
donde lo único extinto
es el movimiento
Sólo encierro:
inacción de la materia
Sobre el oscuro reino de los espíritus
la cruda algolognia de la tierra

Yo camino entre esas palabras viejas
recorriendo los gritos amordazados del deseo,
viviendo en un instante cada momento
de los que, antes de estas cárceles, vivían

Qué me hace extraño en este atolladero de corazones abiertos
si mi palpitar a veces resuena más lento que el de ellos?
Qué me hace libre, caminando por la espesura de estos anatemas
condenados a una miserable existencia?

Nada, el rigor de un ínfimo detalle que adoro
como un esclavo los pies descalzos de su amo
Nada, una pizca, un signo inverso
un indigno fiducidario de lo uno, lo propio

Por eso soy el que narra la historia, el portador de la memoria,
el que puede mirar hacia atrás, haciendo valer el don del olvido
y avanzar, caminar entre estas palabras muertas
recorriendo las sombras encadenadas de los que ‘todavía’ no mueren

Y camino, dejando estos días sin días nuevos
esta tierra que todo lo recuerda, este libro sin olvido
este ciclo que no conoce espirales… sólo círculos y círculos que giran
como el estigia sobre el corazón ardiente del infierno
Aquí dejo, en la tela que envuelve esta ofrenda,
eso todo que he sido o pude serlo
eso que adoré y abracé atizando el pathos desenfrenado de mis avernos

Ahora ya no temo, ya no me aterra que las sombras del cementerio
recorran mi casa, cruzando las paredes, recorriendo las salas
Ahora sé que nada queda pendiente entre yo y ellas...

Cuando sienta el humo, los extraños perfumes
o el frío atravesándome como una hoja
reiré... reiré, porque sabré una vez más
que soy yo el que sigue vivo

Rodrigo Conde