La bestia




Durante largos años he buscado el mal, siguiendo sin cansancio las huellas de cada uno de sus actos, rastreando el derrotero que trazan sus víctimas. Lo he buscado durante la vigilia y el somnoliente pensamiento, lo he buscado durante el día y su noche y durante los instantes sin tiempo. No he reparado en sus manifestaciones, no he seguido a sus posesos, no perseguí ni me interesaron sus fieles o acólitos. He buscado al mal, al mal mismo, la fuente desde la que se irradia y propaga.
He buscado en vano, lo sé, porque nunca encontraré ese origen o voluntad desde donde nace todo odio y destrucción. Sin embargo no me resigno, algo quiero lograr, y aunque nunca pueda hallarlo a él, a su totalidad, moriría contento sabiendo que al menos puedo conocer y vencer al mal que se cierne sobre mi vida y la de los que me acompañan, atormentando cada uno de nuestros amaneceres y ocasos como un dragón sobre una humilde comarca.
Ya no quiero seguir soportando más tiempo a ese monstruo que habita entre nosotros, al que hemos alimentado obedientemente año tras año creyendo que así calmaría sus ansias de destrucción, pero que, cuando abandonamos la vigilia del pensamiento y cerramos los ojos a la fe de la felicidad, el pérfido nos traicionó, despedazando con sus garras cada uno de nuestros hogares y sueños.
Hemos dicho basta, ya no soportaremos más… la venganza se ha apoderado de nosotros y no hay fuerza en esta tierra que pueda evitar el fin de esa bestia. Cualquiera de nuestras muertes vale la pena si ellas son el precio que hay que pagar para liberar al futuro de la desgracia que ha sido la abominación del mal y su legado de odio y sufrimiento…

Todo dolor vale la pena, me dicen, si al final de la lucha nos espera la felicidad.

Oh, cuánto luchamos sin reparo, cuanta sangre y sudor corre por nuestros brazos. Caen en torno a mí aquellos que me han acompañado toda la vida, aquellos cuyo nombre guardo en mi corazón. Caen los que con sus recuerdo me hacían sonreir y aquellos cuyo destino se proyectaba junto al mío. Siento que pierdo todo lo que más quiero, siento que mi vida es toda dolor y que este mal se devora lo más bello de mí.

Pero ha caído ahora, después de tanto…

Me acerco. Veo su rostro cubierto, su cuerpo inmóvil. Me acerco, voy a descubrirlo, me dispongo a ver el rostro de ese mal que me ha encadenado a la infelicidad y que cubrió mi destino con desesperanza. Veré a aquél que ha destruido lo que más quiero, ése que me ha quitado toda forma de felicidad.

Ahora lo sé, oh infierno: la bestia soy yo, soy el mal que me ha atormentado todo este tiempo…




Rodrigo Conde

Comentarios

  1. Anónimo29/11/10

    Hmmm no se como puedes escribir tan bien...Admiro tu dstreza en este campo,sabes enganxar...trasmits bien!!!.

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