Te deseo
Te deseo. Te deseo, no como se desea la carne en las praderas de las resonancias repetidas del ello y los pastos del hastío y un tamiz por donde sólo pasa lo que no puede desmoronarme. Te deseo y es un deseo que busca castrar toda protuberancia y toda raíz, desparramada bajo agua, del deseo. Te deseo en la calma, en la armonía de la combinación de nuestros cuerpos que dejan de ser nuestros y de ser masa o volumen para reunirse con las copas de los árboles en la sutil corporeidad del éter.
Te deseo en la paz que precede a la vida después de la muerte.
Te deseo en esa muerte lenta de un sólo respirar, como el augurio de algo nuevo, como la muerte: la mutación de un espacio y tiempo determinado hacia otro tiempo, otro espacio, aún no determinado, no consolidado. Te deseo en eso que se parece, pero que es el otro lado, lejos del caos del deseo y los errores y los fracasos en las excursiones de guerra contra la culpa, esa ley que no puede ser erradicada de nuestra mente. Te deseo en la calma del absoluto, ese desinterés por lo ajeno a nosotros y a nosotros mismos como imagen reflejada de los otros, más allá de todo canon de belleza y más allá de la belleza, en un intento desesperado por renegar de toda categoría que me haga volver a la magia negra del cruel imperio del deseo. Deseo es como decir la unidad mínima viva que configura el espacio de la existencia, la energía propulsora de toda energía, el reactivo de lo physico en su enlace con lo meta-physico. Deseo es como decir vida-muerte, con todo el dolor, el desgarro y la risa que eso conlleva. Te deseo en el vano intento, que no me convence y que tampoco quiero, por erradicar el deseo.
Deseo: es eso lo que guía nuestros senderos y nos hace seguir recorriendolos inevitablemente, obligándonos a la invención del pasado y del recuerdo...Es eso lo que quizá busco detener: hacer que mis manos sean represas para este mar, mar sin fin.
El deseo, que no es el te deseo que invoco hoy ante la llama de los dioses ocultos bajo los iconos de yeso traídos por un pueblo de colonos, nos ha hecho atravesar la maleza maldita que llaman vida y tenemos miedo ahora, porque eso mismo que nos unió puede hacernos paisaje, distancia y olvido. El continente que hemos recorrido juntos guarda miles de especies y civilizaciones que creamos nosotros en cada unión y en cada huella donde crecieron helechos y vegetación densa. Por eso caemos en la melancolía de dos niños que no quieren seguir creciendo, ya que la saeta del tiempo y su certeza inevitable parece no va a dejarnos escapar del sangriento roer del día a día
Pero este te deseo, un nuevo talismán que invento contra el tiempo, parte de una premisa distinta, un arrebato contra el destino y contra esa nostalgia que nos deja: El descubrimiento paulatino y nervioso de lo que tú eras, el asombro y consternación que ganábamos al desprender nuestros sedimentos y quedar desnudos, uno con otro, sobre el otro, en el otro… sin dejar de sorprendernos por lo que hallábamos a medida que nos desnudábamos más y más, tanto en tu interior, como en mi interior, como en el interior de ese nosotros: el hijo que parimos a fuerza de poesías y obscenidades. Ese nosotros, una nueva categoría que supimos crear como mediador entre nuestra lejanía, entre nuestra destrucción y encierro.
Y todos esos recuerdos maravillosos son ahora obstáculos entre el futuro y nuestro placer. Porque si no tendemos un puente sobre ese abismo que ha construido el recuerdo, que sólo está lleno de recuerdos, tu lejanía se hará mía, mi encierro tuyo y nosotros será como una alforja de añoranzas, simples deseos.
Y todos esos recuerdos maravillosos son ahora obstáculos entre el futuro y nuestro placer. Porque si no tendemos un puente sobre ese abismo que ha construido el recuerdo, que sólo está lleno de recuerdos, tu lejanía se hará mía, mi encierro tuyo y nosotros será como una alforja de añoranzas, simples deseos.
Sé que nada volverá a ser como antes, porque el río de heráclito ya nos ha bañado con sus aguas únicas y nunca lo repetirá. Porque quizá, como en el río de cratilo, ni siquiera nos ha bañado una vez.
Sé que la magia del descubrir y las chispas de cuerpo contra cuerpo, filosos, forman parte del relleno ajeado de los cementerios. Sin embargo, clavo una estaca en la tormenta, preparo una fuente con granos, frutas y fermentos, varias copas y manteles propicios. Coloco las velas con los colores adecuados y se los ofrezco -a los señores astrales- para que cuiden de nuestra pasión y que nos protejan del hastío y del deseo de autoexterminio. Ofrezco este nosotros como símbolo de lo que muta, de lo que nunca es igual pero que siempre es placer.
Placer. A los dioses primitivos -que forman parte del magma de todo el universo, ése que conocemos y conformamos- ofrezco nuestro placer, para que lo protejan y nos mantengan en él.
La belleza de nuestro símbolo, que es la unión de nuestras totalidades, que es un aquelarre que todavía no hemos danzado, que es un ritual que aún no inventamos... será magia de eternidad.
Golpeo al tiempo y al sino del dolor, prendo la flama del éter y golpeo a la felicidad del falso amor. Esa es mi manera de luchar por nosotros.
Porque el altar donde se sacrifican los gallos y los niños, que es donde la brujería de nuestro goce toma forma, aún tiene poder, aún hoy la brujería entre nosotros es poderosa.
Sé que la magia del descubrir y las chispas de cuerpo contra cuerpo, filosos, forman parte del relleno ajeado de los cementerios. Sin embargo, clavo una estaca en la tormenta, preparo una fuente con granos, frutas y fermentos, varias copas y manteles propicios. Coloco las velas con los colores adecuados y se los ofrezco -a los señores astrales- para que cuiden de nuestra pasión y que nos protejan del hastío y del deseo de autoexterminio. Ofrezco este nosotros como símbolo de lo que muta, de lo que nunca es igual pero que siempre es placer.
Placer. A los dioses primitivos -que forman parte del magma de todo el universo, ése que conocemos y conformamos- ofrezco nuestro placer, para que lo protejan y nos mantengan en él.
La belleza de nuestro símbolo, que es la unión de nuestras totalidades, que es un aquelarre que todavía no hemos danzado, que es un ritual que aún no inventamos... será magia de eternidad.
Golpeo al tiempo y al sino del dolor, prendo la flama del éter y golpeo a la felicidad del falso amor. Esa es mi manera de luchar por nosotros.
Porque el altar donde se sacrifican los gallos y los niños, que es donde la brujería de nuestro goce toma forma, aún tiene poder, aún hoy la brujería entre nosotros es poderosa.
Rodrigo Conde
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