Las cosas que no vivimos u olvidamos





Alguna vez has olvidado una palabra que quieres decir y que tienes en la punta de la lengua pero no sale? Para poder explicarte debes decir la frase de modo totalmente distinto o, en el peor de los casos, debes abandonar lo que ibas a decir porque sin esa palabra la frase no puede entenderse. Los días pasan y sigues sin recordar la palabra. Después olvidas que buscabas recordarla y finalmente te olvidas que habías olvidado algo…
Alguna vez has escrito una carta llena de emoción diciéndole a alguien todo lo que lo aprecias, pero que por algún accidente esa carta se pierde en los laberintos postales y nunca llega a destino? Como no sabes que la carta no llegó te quedas esperando una respuesta que jamás obtienes. Quizá con el tiempo o con las cavilaciones de tu intelecto descubres que la carta no llegó, pero cuando te dispones a enviarla de nuevo te das cuenta que no hiciste copia de la original manuscrita y entonces debes volver a escribirla tratando de emular una emoción que por el tiempo transcurrido ya no tienes.

Hay momentos con lo que suele ocurrir lo mismo:
Una colegiala que cruza la esquina apurada y a la que el viento, sin que ella lo sepa, le levanta hasta arriba la pollera mostrando un blanco encaje que ningún transeúnte puede presenciar por ser muy temprano y estar vacía la cuadra.
Una juguete largamente codiciado que ahora esta a un costado, el niño de espaldas metido en otro juego no percibe que su mascota lo toma creyendo que es una especie de hueso y va a enterrarlo en algún escondrijo del patio que ni su madre ni sus llantos podrán encontrar jamás.
Un papel con un número telefónico que dejaste hace tiempo en medio de las hojas de un libro y que al prestarlo, el nuevo portador encuentra y tira, sin saber que el número telefónico dentro de ese papel te hubiese permitido volver a ponerte en contacto con un viejo amor de la adolescencia que no fue y que, sin ese papel, ya nunca será.

Hay así y en infinidad de ejemplos, pequeños eventos que ocurren y de los que no hay registro o conciencia que los registre. Parecen simples escenas, como millares de escenas que ocurren más allá de la vista del hombre, pero bien pueden ser eventos que podían modificar definitivamente hechos posteriores, más o menos, trascendentes:
Quizá en la palabra olvidada se encontraba una idea de lucidez y clarificación. Quizá en la carta que no llega estaba el inicio de la pasión. En la sensualidad de una adolescente hubiera estado un instante de placer voyeurista que un anciano nunca hubiese olvidado. En el juguete robado quizá estaba el recuerdo de un adulto de su niñez apacible. En el papel con el número perdido estaba el reencuentro con quien era el verdadero amor.
Aunque por otro lado, hay que decir, son solo momentos, nada mas, sucesos de algunos segundos de duración que quizá se repitan de forma similar: otra palabra que reemplaza la olvidada, otra pasión por la pasión truncada, otra niña desvestida por el viento que cualquiera puede ver, otro juguete que simbolice lo mismo, otro amor que aparece y que llena de amor…

Hay una urdimbre infinita de posibilidades donde se abren nuevas posibilidades, es verdad. Y aunque la realidad es el mundo de las posibilidades que se concretan y no el "de las que no llegan a ser", seguramente hay todo un universo paralelo donde viven esas realidades que no fueron. Hay un universo a la par del concreto donde habitan las cosas no vividas y las cosas olvidadas.

Más allá de este juego literario es triste pensar que verdaderamente hay "un inmenso mundo de instantes no vividos u olvidados". Sabemos de lo absolutamente necesario e inevitable de ese mundo, ya que no todo puede ser recordado ni todo puede hacerse, sin embargo, se vuelve triste pensar que en la vida hay mas cosas que no viviremos y de las cosas vividas serán más las que olvidaremos…
Ahora, es necesario decir que nuestra vida particular, anónima, común, es un momento "no vivido u olvidado" para la mayoría de las personas? Hay millones y millones de personas que ignoran por completo nuestra existencia y esto es estúpidamente lógico y necesario. También hay personas que están cerca nuestro día a día y que ignoran por completo quienes somos y eso también es obvio. Pero de todos modos, no es triste saberse algo que nadie conoce, que no ve o que, en ultima instancia, olvida?...

Hay muchos árboles que caen en sus bosques desolados y esa es una historia que nadie puede contar, porque no están ahí para oír su ruido…

A pesar del avance de la mirada y de las múltiples formas de comunicación y de reproducción de lo real, cuántos lugares, relieves, paisajes, árboles, plantas, flores, animales, insectos y hombres nunca conoceremos? pero no solo ver de alguna forma, sino siquiera tener la mas remota idea de que existen, saber al menos un rasgo de ellos o su sustantivo o su nombre?
Podríamos pensar ahora en las bastas extensiones del océano. La mayor parte de nuestro planeta está cubierto de agua y si ya es inconcebible lo que no vemos en la tierra, no se hace abrumador multiplicar nuestra ignorancia a las dimensiones de los mares?

Pensemos en las profundidades abisales del océano, casi otro universo paralelo de eterna oscuridad lleno de especimenes jamás conocidos siquiera una vez por algún hombre. No hace falta decir la infinidad de sucesos y momentos que ocurren ahí en lo profundo fuera de los que viven o recuerdan los hombres, cosas que ni en las más exaltadas imaginaciones o en los sueños más volátiles ninguno de nosotros puede concebir. Esa es la verdadera magnitud de lo que se esconde bajo lo que llamamos "océano" y que ni siquiera se compara con lo incólume de nuestra ignorancia.
Quizá deberíamos rendirnos ante esta magnanimidad de lo real y las limitaciones de la conciencia. Sin embargo, porque la arrogancia humana es aun más grande que esos mares que desconozco se me ha dado en perquirir al océano como simple metáfora de lo que realmente nos atrae: la vida y la memoria de los hombres.

Entonces pienso en mi propia existencia y ahí vuelvo a la melancolía primigenia de este relato. Así como existen oscuras tierras donde incontables hombres se pierden en el olvido de los otros. No podría creer yo que toda la energía desatada de mi ser, que el grito de rocas y el fuego magmático de mi espíritu se pierden en las aguas, fuera de la mirada de los seres de tierra? Me es permitido creer que fuera de las metrópolis y las constelaciones de edificios yo soy un momento, enorme o ínfimo que transcurre en el océano en las moradas que nadie ve?

Seré yo como un terremoto submarino que hace temblar montañas del fondo del océano, que tira las rocas que no podrían mover ni tres hombres, que derrumba cuevas jamás vistas por los exploradores, que aplasta peces fluorescentes casi desconocidos por la ciencia y que en la superficie del mar apenas mueve unas olas extrañas y espanta los cardúmenes pero no hace naufragar ningún pesquero ni mata ningún marino?
Seré yo un maremoto en el fondo del océano no registrado por los oceanógrafos o del que ningún investigador dedicado y solitario tiene informes?
Seré una erupción volcánica en el centro del atlántico demasiado honda como para llegar a formar un islote y demasiado lejos de algún carguero que pueda avistar mi ebullición?

Quizá sea como un terremoto, un maremoto o una erupción en el fondo del océano que arrastra a la muerte a varias sirenas, despedaza barcos hundidos, esconde para siempre tesoros perdidos y molesta por un rato hasta al mismo Poseidón.
Más allá del silencio confabulador de los historiadores, de los científicos, de los investigadores o los entrometidos, quizá aquí, a cientos de kilómetros bajo la superficie terrestre, hundido en aguas densas y de un azul supra profundo haya un terremoto, una tormenta, una erupción, un huracán, una horda semental de guerreros destrozándolo todo, echando todo abajo, trastocando una serie de elementos ordenados, cambiando un destino, salvándose el alma…
Si… Aquí está el devorador de barcos, el temor en leyenda de los marinos, el usurpador de trasatlánticos, el asesino de niños. Totalmente solo e ignorado en su fuerza estoy, desplegando toda mi energía de forma imperceptible. Ya vendrán los oceanógrafos, los geólogos, los investigadores, los buzos o los filósofos interesados en analizar los estragos de mis huellas y recoger los escombros de mis pasos buscando rememorar mi vida.

Por ahora, es cierto, soy un grito en un bosque desolado, un grito como tantos otros en otros bosques desolados. Por ahora solo eso, quizá el tiempo, mi muerte y la historia me conviertan en algo que tenga al fin, razones para no ser olvidado…




Rodrigo Conde

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