Máquinas de ruido




Los vecinos se quejan de sus carcajadas, dicen que retumban en el piso de abajo y en el de arriba, noche y día. Somos máquinas de ruido, esa es la verdad. Encima, cuando las maquinarias se apagan, yo canto a viva voz los tangos más serios o las baladas más estrafalarias. Son irreproducibles, nunca voy a contarlas.

En nuestro departamento casi nunca hay silencio, ella es la culpable -tengo que decirlo-, imposible no gritarle, imposible no chillar, se pasea desnuda desde la mañana hasta el anochecer y ha resignificado el aroma del café: ahora cada vez que siento ese olor la imagino desnuda al lado de la taza con la cafetera en la mano.
Como no gritar? No nació para estar vestida, no nació para ver televisión, no nació para leer diarios, para las charlas aburridas, para los convencionalismos, la cortesía barata de las normas sociales... Salvaje, no como un tigre, sino como un niño, hace lo que quiere sin importar lo que dirán.

No sabe nada de música, pero tiene tanto rock and roll que me la voy a llevar de gira a hacer ruido a otros países, a que se quejen los señores huéspedes de varios hoteles....



Rodrigo Conde


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