El sueño


La metamorfosis de Narciso - Salvador Dalí (detalle)

Jugábamos a los barrancos como los niños juegan en el tobogán, cerrando los ojos y dejando que la inercia haga todo el trabajo. Corríamos por pasillos tan oscuros que abrir los ojos era absurdo, nos reíamos a carcajadas, chocando, manteniéndonos en pie solamente porque los demás cuerpos eran demasiado blandos. Arriesgarlo todo era fácil, porque no teníamos nada que perder y nosotros éramos héroes anónimos de una ciudad impune. De los más salvajes entre salvajes, ya hablaban de nosotros por lo bajo: "Cuidado, ahí van esos que no tienen dueño ni miedo".
Podríamos haber sido leyendas, personajes extraordinarios de la noche, hermosos y trágicos. Pero un día tuvimos un sueño y el sueño lo cambió todo. Y empezamos a tener miedo y ya no nos excitaba tanto el barranco y nos empezó a aburrir la carcajada y el esperpento de lo extraordinario. Ya no quisimos ser mártires del placer ni que se hable de nosotros con fascinación y espanto.
De verdad, podríamos haber sido algo increíble, pero no, el sueño era tan bonito y claro que todo el resto quedó opaco, el sueño se nos impuso como una verdad irrefutable y nos dimos cuenta lo poco que significábamos, lo vulgar que eran nuestros laberintos personales y nuestros vaivenes ontológicos. Nos vimos tan ridículos disfrutando tautologías, comiendo una y otra vez confites empalagosos, cuando lo más hermoso era un sueño, mucho más grande que nosotros mismos.
Y lo dejamos todo, abandonamos la ciudad sin mirar atrás, sin extrañarla nunca más. Y empezamos a ser otros, con tanta facilidad y naturalidad que muchos no podrían reconocernos ahora. Entonces es cuando comprendimos que el sueño siempre estuvo ahí, subrepticio, el plan se cumplió, paso a paso, porque lo veníamos preparando hace muchos años. Éramos también estos otros que somos ahora, sólo que por debajo, sin saberlo.

Ya no me importa mucho la literatura, no me importa mucho la gente, tampoco, esto ni siquiera es para ellos, esto lo escribo para el futuro, para el sueño, para que sepa que nos salvó, para que sepa que lo más importante de nuestras vidas no son nuestras vidas, sino algo superior. El sueño.




Rodrigo Conde




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